Un nuevo tipo de Televisión: Los sistemas sí pueden ser cambiados

Publicado: octubre 1, 2010 en Opinión, Uncategorized

Por Felipe Tapia. Licenciado en Letras, Magister© en Comunicación y Educación

Un hombre razonable es aquel que se adapta al mundo alrededor de él. El hombre no razonable espera que el mundo se adapte a él. Por lo tanto todo progreso es hecho por los hombres no razonables. (George Bernard Shaw)

Los sistemas sí pueden cambiar. A veces drásticamente, a veces paulatinamente. Hace poco se aseguraba que era imposible independizarnos del petróleo y las energías convencionales, y todos estaban convencidos de que el sistema energético estaba casi grabado en piedra y que cualquier cambio podría conducirnos a una catástrofe económica y política de envergadura hiperbólica. Sin embargo, cada vez son más las implementaciones de nuevas energías basadas en el sol, aire, bicicletas y otras alternativas que han demostrado no ser tan caras como se decía, con una implementación mucho más sencilla y breve que lo que aseguraban los defensores del viejo sistema, y que significaban no solo una inversión justa, sino una ganancia importante. Así como está pasando con la energía, el mismo cambio paulatino podría estar sufriendo el sistema de medios masivos. La nueva norma digital podría significar un cambio de dimensiones tecnológicas, pero debe venir acompañado con cambios sociales que llevan varios años tomando forma.

La relación entre la audiencia y los medios masivos de comunicación ha sufrido cambios importantísimos las dos últimas décadas. Los segundos se alzaban como una fuerza omnipotente y monopólica sobre los primeros, quienes ostentaban la triste imagen de una masa pasiva e informe, cuyos intereses eran dirigidos por esta fuerza monárquica sin cara y que rara vez establecía alguna interacción con sus súbditos.

Paulatinamente, el panorama ha ido cambiando. En primer lugar, la tecnología ha permitido un mayor grado de participación e inmediatez por parte del público. Ahora existen más espacios para dar a conocer nuestras opiniones en los medios, e incluso de hacer los nuestros propios. El monopolio se ha visto amenazado por los medios independientes, y el perfil de la audiencia actual es mucho más participativo. Si antes estábamos obligados a comprar un solo diario, ahora podemos tener una lectura mucho más amplia y comparativa de varios de ellos, gracias a la red.

No cabe duda de que Internet ha tenido mucho que ver en este fenómeno. Se ha instalado como el medio participativo por excelencia, pues le da cabida a los espectadores-productores, y los foros, redes sociales, blogs y wikis dan cuenta de ello. Dentro de los medios participativos, le siguen de cerca la radio, que hasta hace poco era el medio con mayor grado de interacción entre el medio y su público, y la prensa escrita, que a través de instancias como la carta al director permite cierto diálogo con la audiencia, en un grado mucho más modesto que su prima, la prensa digital.

Sin embargo, la televisión, el medio más masivo de todos, es al que más le ha costado salir de su naturaleza pasiva y unidireccional. Por cuestiones tecnológicas y políticas, tal vez, es el medio que menos tiende a establecer un diálogo con su audiencia, demostrando su fama de perpetuadora de la pasividad y desidia, transformándose por este y otros motivos en el némesis de los educadores.

Lamentablemente, hay quienes piensan que una nueva forma de ver la televisión es imposible, de la misma manera que se pensaba que no podíamos prescindir del petróleo. Pensar en una televisión donde el público pueda participar en lugar de desplomarse en un sofá a llenarse el disco duro de películas, teleseries, concursos y documentales puede parecer impensable, pero ¿Y si tomamos el modelo de Internet y los aplicamos a la televisión? Hoy en día existen tecnologías que fácilmente pueden hacer esto posible. No sería descabellado sugerir una televisión 2.0, participativa, que aspire a usuarios o televidentes que compartan la información y produzcan sus propios contenidos.

El impacto en la educación

No sólo los medios, también la educación debería perseguir el fin de la participación activa. Todo sistema educativo debería aspirar a formar ciudadanos activos. Hace tiempo que quedó atrás la idea de colegios donde los niños deben sentarse a recibir conocimiento, y ahora la educación busca  desarrollar sus habilidades a través de las acciones. Una clase unidireccional donde solo el profesor habla, tiene los mismos problemas que una televisión unidireccional, donde solo la televisión transmite: el receptor no piensa, porque no puede tornarse emisor.

Actualmente el sistema educacional no le ha dado el espacio que merece a la potenciación de la creatividad, dedicándose a la mera transmisión de contenidos, o en el mejor de los casos, adiestramiento de habilidades. Pero fomentar la creatividad permite que el alumno pueda convertirse en un ente productivo que interactúe con el medio y tenga capacidad crítica.

Una televisión educativa debería dejar atrás los viejos modelos, y permitirse un acercamiento con esta nueva visión, que si los medios han comenzado a incorporar, con mayor razón, los colegios, universidades, capacitaciones y demás sistemas educativos deberían implementar.

No será de la noche a la mañana. Un cambio demasiado brusco podría acarrear consecuencias nocivas. Pero el tener conciencia de la necesidad de alumnos activos y creativos,  tanto en la sala de clases como viendo televisión educativa, es el punto de partida fundamental.

Para una revolución, es necesario realizar cambios profundos. Se acostumbra a hacer cambios superficiales, que poco y nada modifican el sistema establecido. Y los ciudadanos les tememos a los cambios radicales. Ojo, que un cambio radical no necesariamente debe ser brusco, de la misma manera que una revolución no tiene por qué ser violenta. Un cambio radical puede perfectamente ser paulatino y gradual, y en materia de educación, tanto en la sala de clases como en los medios, es importante “acostumbra” a los nuevos sistemas a los educandos. Pero llevar a cabo este cambio implica comprometerse, estar dispuesto a hacer sacrificios que tengan un beneficio a largo y no a corto plazo, e involucrar a los estamentos políticos, económicos, sociales, tecnológicos, mediáticos y educacionales

Si queremos ser coherentes con la idea de una televisión educativa en Chile, hay que atender los fundamentos actuales de la educación, las transformaciones que están sufriendo, y las necesidades de los alumnos actuales, tan distintos de las generaciones pretéritas. Partiendo de esa premisa, es posible que la televisión como el medio masivo más popular, pueda sufrir una evolución no sòlo en materia tecnológica, sino también a nivel social, educacional, y desde la mirada de la calidad.

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